Desperté preguntándome porque mi teléfono no había sonado y la respuesta fue clara, mi teléfono estaba en la sala de Dumas y el brazo del susodicho envolvió mi cintura. Mi espalda estaba pegada a su pecho y sentía el subir y bajar tranquilo de su respiración. Disfruté el momento lo más que pude pero unas ganas imperantes de ir al baño fueron las saboteadoras de mi hermoso instante. Trate de salir del agarre de Dumas con calma, no quería despertarlo.
—¿A dónde crees que vas?—preguntó sin previo aviso, con una voz ronca y somnolienta.
—Al baño—respondí asustada, me había tomado por sorpresa. Apretó su agarre y hundió su nariz en la parte trasera de mi cuello y luego me soltó. Salí de la cama y me dirigí al baño, atendí mis necesidades y por instinto me planté enfrente del lavamanos para cepillar mis dientes, cuando me recordé que no era mi apartamento, volví a la habitación y ví a Dumas aún acostado boca abajo, me acerque y le bese la espalda, dejando un pequeño caminito de besos a lo l