La noche anterior, el final de mi encuentro con Dumas me había dejado en un estado de euforia, una sensación que no había experimentado en años. No sabía qué esperar de nuestro día juntos, pero el solo hecho de saber que pasaría un día completo con él me hacía sentir que, por primera vez en mucho tiempo, yo estaba en el lugar correcto, en el momento correcto. No había rastro de la amargura que Lucas había dejado en mí; era como si su veneno finalmente estuviera perdiendo su efecto. Solo había una nueva esperanza, una nueva luz que me guiaba.
Me levanté de la cama, mi cuerpo sintiéndose extrañamente ligero, y me dirigí a la ducha. El agua caliente se sentía como una caricia en mi piel, lavando no solo la suciedad, sino también los miedos y las inseguridades.
Lavé mi cabello, y al mirarme en el espejo, mi rostro, que antes me había parecido una máscara de tristeza, ahora se veía diferente. Había un brillo en mis ojos que no recordaba, una sonrisa genuina en mis labios que se sentía extr