88. El filo del silencio
Regreso al viñedo
El cielo se había cubierto de un gris plomizo cuando el auto se detuvo frente a la entrada principal del viñedo Moretti. El aire olía a tierra húmeda, a uvas aplastadas y a tormenta contenida. Valentina bajó despacio, con la mirada fija en el portón de hierro forjado que alguna vez le pareció imponente, casi majestuoso. Ahora solo veía en él una jaula disfrazada de belleza.
El guardia la saludó con un leve movimiento de cabeza. Ella no respondió. Caminó sin apuro, sin mirar atrás, dejando que el eco de sus pasos resonara entre los muros de piedra. Cada rincón le devolvía un recuerdo: una conversación, una mirada, una mentira.
Dentro de la casa, el silencio era tan denso que podía escucharse el tic del reloj en el pasillo. Valentina se detuvo frente al gran ventanal que daba a los viñedos: las hileras se extendían infinitas, bañadas por una luz triste.
Habían pasado dos días desde que escuchó aquella conversación entre los hombres del clan. Dos días en los que no durm