96. La realidad que duele
No vi eso. No lo vi.
El frío de la madrugada golpeaba la piel como agujas cuando Valentina e Inés subieron la colina hacia la casa. La feria quedaba atrás, pero el ruido seguía pegado a sus oídos: risas, música, gritos de adolescentes, y un nombre que no había pronunciado en meses latiendo como un puñal en su pecho.
Luca.
El auto de Inés se detuvo frente a la puerta. Valentina apenas esperó a que el motor se apagara antes de bajar. No escuchó cuando Inés la llamó; caminó directo hacia la casa como si estuviera huyendo del aire.
Inés cerró de golpe y corrió tras ella.
— ¿Valen? —la voz sonó ahogada—. Oye, ¿qué pasó? Me asustaste. Me dejaste tirada ahí, ¿pero qué viste?
Valentina no podía hablar. Si decía una sola palabra, se rompía. Sacó la llave con manos temblorosas, falló dos veces, hasta que la cerradura cedió. Entró.
Se fue directo al baño.
Cerró la puerta.
La luz blanca encendió su propio reflejo.
La respiración se le cortaba. Tenía los ojos desbordados, hinchados, el labio infer