El poder no se grita. Se respira. Se siente cuando los demás bajan la mirada.

Reunión en el viñedo

El reloj de la pared marcaba las nueve en punto cuando los caporegimes del clan Moretti ocuparon sus asientos alrededor de la mesa de mármol. La sala de juntas, en el corazón del viñedo, era un espacio imponente: paredes cubiertas de madera oscura, cortinas pesadas, una lámpara de cristal que colgaba sobre sus cabezas como una amenaza silenciosa.

El aire olía a vino añejo, a tabaco y a tensión.

Luca entró sin escolta. No necesitaba anunciarse. Vestía un traje negro sin corbata, las mangas del saco ligeramente dobladas, el gesto sereno. No saludó a nadie. Se limitó a recorrer la mesa con la mirada, hasta que cada uno de los presentes bajó los ojos.

--Empecemos. --Su voz no fue alta, pero bastó para que el murmullo se extinguiera.

Sobre la mesa había una carpeta de cuero con varios informes financieros. Luca la abrió con calma y, sin levantar la vista, comenzó a hablar.

--Los contratos del