52. Sombras que protegen, sombras que amenazan
A veces la salvación se parece demasiado a una condena.
El desvelo
Valentina cerró la puerta de su apartamento con manos temblorosas. Apenas había llegado después de aquella emboscada, y todavía sentía la adrenalina golpeándole las venas como un tambor furioso. Se apoyó contra la madera, respirando con dificultad, intentando convencerse de que estaba a salvo.
Pero el silencio de la casa no le trajo calma. Cada crujido, cada sombra que se movía con el vaivén de la luz en la ventana, le parecía una amenaza.
Dejó caer la mochila en el sofá y se dirigió al baño. Se miró en el espejo: el rostro pálido, los labios secos, los ojos abiertos de par en par. Había un corte pequeño en su brazo, apenas una rasgadura provocada en la confusión, pero era suficiente para recordarle que lo que había pasado había sido real, demasiado real.
Abrió el grifo y se enjuagó la cara con agua fría. Se aferró al lavabo como si necesitara anclarse a algo sólido.
-- ¿Quién eres? -- murmuró, recordando aquella silue