51. La trampa tendida
No siempre sabemos quién nos protege… ni quién nos condena en silencio.
El reloj marcaba casi la una de la madrugada cuando Giulia golpeó suavemente la puerta del pequeño apartamento de Valentina. La joven periodista había insistido en que no era necesario, que podía manejar todo sola, pero su prima no había soportado quedarse en casa sabiendo lo que había leído en su último mensaje: “Giulia, creo que alguien me sigue. No quiero sonar paranoica, pero lo siento cada vez más cerca.”
Valentina abrió con los ojos cansados, el cabello recogido a medias y un suéter grande que parecía tragársela. Al ver a Giulia en el umbral, esbozó una sonrisa forzada.
-- Pasa, no quiero hablar aquí afuera -- susurró, mirando de reojo hacia la escalera como si temiera encontrar una sombra escondida.
Giulia entró y dejó su bolso en el sofá. De inmediato notó las tazas de café medio vacías, las hojas regadas sobre la mesa y el aire tenso que impregnaba la habitación.
-- Valen, ¿qué está pasando? -- preguntó c