28. Celos y explicaciones
La siguió antes de que pudiera subir las escaleras, entrelazó su mano a la suya y la llevó hasta su despacho. Una vez allí, teniéndola como quería, prisionera en sus brazos, la miró son ansias; anhelo.
El corazón de la pelirroja palpitó frenético, involuntario. Estaba tan cerca que podía sentir su aroma cosquilleándole la piel, su aliento fresco mezclándose con el suyo entrecortado y su tenso tórax cubriéndola de lo grande y fornido que era en comparación a ella.
— Es una amiga — musitó, buscando sus labios en la penumbra de la noche. Ella alzó la vista sin comprender muy bien por qué le decía algo como aquello — Julia, la mujer que viste hoy… es una amiga. Ha heredado una hacienda vecina y necesitaba un poco de ayuda en cuanto a una remodelación que quiere hacer — torció el gesto — No sabe nada del tema y quería contar con mi experiencia.
Y algo más que la experiencia… seguramente. Pensó ella al pasar saliva delicadamente. Su pecho todavía se inflaba contra el suyo y apenas le dejaba