La mujer rubia, que había aparecido al finalizar la cena, les sonreía con la complicidad de compartir con ellos un secreto sucio. El relajado ambiente se llenó de incómoda tensión.
—¿Disculpa? —cuestionó Estefanía luego de que ella se refiriera a Johannes de forma tan despectiva.
—No es tan travieso como otros, pero cuando se pone bravo...
—Fue un gusto verte, Josefina. Nosotros ya nos vamos —él apoyó la mano en la espalda de Estefanía para apurar la salida.
—Yo iba a invitarlos a una fiesta en casa de Domingo. Hace tiempo que no vas por allá.
—Ya es tarde. Algunos debemos trabajar para vivir —respondió él, y Josefina se carcajeó ante su cinismo.
—Será solo un rato, para conocernos —insistió ella, mirando a Estefanía.
—A mí me gustaría ir —dijo esta última.
—No, no te gustaría —le aclaró Johannes, y ella frunció el ceño.
—¿Cómo? Yo puedo tomar mis propias decisiones y quiero ir —repuso con firmeza, susurrando para que nadie más los oyera.
—Eso no está en discusión, pero... n