Estefanía se despertó bajo la atenta mirada de Johannes, quien la recibió con una radiante sonrisa de buenos días. Él coló una mano bajo su camiseta y empezó a masajearle la espalda. Ella también le sonrió en respuesta.
—¿Ya no estás enojada conmigo?
Estefanía suspiró antes de responder.
—Nunca estuve enojada contigo, sino con la situación.
Johannes la miró con extrañeza por lo que para él había sido una evidente escena de celos.
—¿Será así cada vez que conozcas a alguna mujer con la que estuve involucrado?
—No, no se trata de eso —explicó ella—. Si fuera una exnovia, me daría igual, pero que sea una... zorra maltratadora o como sea que se llamen, me enferma.
Johannes sonrió. Le plantó un beso en la espalda.
—Se llaman dominatrices, señoras, amas. Y no hay maltrato si existe el consentimiento entre adultos.
Estefanía rodó los ojos. Contradecirlo era entrar en un ciclo sin fin, lleno de argumentos sucios que no quería oír. En aquel tipo de dinámicas, ella solo veía a una vícti