Luego de la ducha y de vestirse impecablemente para una nueva jornada laboral, Estefanía fue a la cocina. En el mesón había un desayuno abundante y balanceado que olía de maravillas. Estaba hambrienta, las piernas todavía le dolían y sonrió al recordar la causa. Buscó a Johannes para que la acompañara como cada mañana, pero no lo encontró en ningún lugar de la casa. Al regresar a la cocina, notó que solo había servido el desayuno para ella.
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Johannes hablaba por teléfono cuando Estefanía entró a la oficina. Dejó unos documentos sobre el escritorio y esperó a que se desocupara. Él finalizó la llamada y empezó a teclear, con la vista fija en el monitor.
—No te quedaste a desayunar conmigo —le comentó ella.
—Necesitaba llegar temprano para resolver unos asuntos. ¿Tienes el reporte de rentabilidad del aeropuerto? Quiero ver cómo va todo.
—Lo enviarán a fin de mes, pero puedo pedirles que hagan uno antes. ¿Está todo bien?
Él jamás llegaba a la oficina antes que ella. La llamaba pa