Sentado en su oficina, Johannes Williams llamó a su asistente para que lo pusiera al tanto sobre los asuntos del día.
—A las diez tiene la reunión con los jefes de departamento. Se discutirá el destino de los recursos para la inversión semestral. A las doce viene el representante de la compañía aeronáutica. ¿Planea comprar un avión?
—Ya tengo un avión, pero como dueño de un aeropuerto, quiero otro. Tal vez uno de esos que apagan incendios...
—¿Quiere ayudar a combatir los incendios forestales en la época veraniega? Eso es admirable, jefe.
—No soy un filántropo, pero puedo arrendárselo al gobierno de turno. Haz que hagan un balance de los costos de arriendo versus los de reconstrucción y reforestación. Preparen también una presentación para cuando venga el ministro del interior.
—¿Vendrá el ministro?
—Vendrá cuando tenga el avión.
Johannes apartó la mirada del ventanal y contempló a Anastasia, su nueva asistente. De su falda a medio muslo salían unas piernas bien torneadas y per