Debía dejar de salir con rubias, pensaba Johannes, sentado en medio del bullicio de la cacofónica fiesta, llena de snobs que alardeaban de su intelecto superior con cualquiera que soportara escucharlos por más de cinco minutos.
La cumpleañera, Ivka, era una modelo que había conocido hacía algunos años. Su sangre rusa la había dotado de una presencia firme, segura y autoritaria que le recordó a Sheily. No era para nada como ella, ahora lo sabía, pero la estimaba y no pudo decirle que no deseaba ir a su cumpleaños. Era un perro débil, incapaz de decirle que no a una rubia mandona. Le llevaron un whisky, cortesía de su amiga, y siguió sentado viendo cómo a su alrededor disfrutaban de la música.
Y empezó el desfile de propuestas de negocios, que le llovían cada vez que hacía aparición en eventos públicos. Todos querían ser empresarios y buscaban su capital hasta con las ideas más descabelladas.
—He descifrado el idioma en que se comunican los gatos y los perros y tengo los diseños para