En el asiento trasero de su lujoso auto, Johannes todavía recordaba la cena de la farmacéutica rumbo al trabajo. Había estado bien; pudo interactuar con las cabezas a cargo y tantear el terreno. No era diferente a cualquier otra empresa, con sus líderes, trepadores, lambiscones y uno que otro chismoso.
Sheily era una líder astuta, sagaz, aguda, y estaba casi seguro de que ella lo había reconocido. Sin embargo, le había sido completamente indiferente. ¿En qué momento se había apagado el fuego que la hacía arder por él? Preocupado de que sus habilidades de seducción hubieran sufrido alguna merma, llamó a Danae de inmediato a su oficina en cuanto llegó.
Estefanía, recuperada de su enfermedad, lo saludó desde su escritorio, pero él ni siquiera la miró. No debía sorprenderse. Entre Danae y ella, cualquier hombre preferiría mirar a Danae, y eso estaba bien; no necesitaba la pena de nadie. Terminó de confirmar las citas del día de su jefe y se fue al departamento de contabilidad para tratar