Mundo ficciónIniciar sesión"¡Actívala ahora!"
El grito de Alessandro fue un trueno en el oído de Isabela, una orden nacida de la desesperación, la aceptación de que su plan de sutileza había fracasado. Sus dedos temblorosos encontraron el pequeño pendiente de perla, frío contra su piel febril. Estaba a una fracción de segundo de presionar el botón, de convocar a la caballería, de desatar una masacre en ese almacén y de poner fin a esto de la forma más sangrienta posible.
Pero en ese instante, en medio del caos de las balas que silbaban y el polvo de hormigón que llenaba el aire, su cerebro de estratega vio algo que los dos soldados a su lado, concentrados en el combate, no vieron. No vio la batalla; vio el campo de batalla.
Vio la enorme grúa de carga industrial que colgaba inmóvil como una araña de acero sobre el centro de la sala, directamente sobre la posición donde la mayoría de los hombres de Romano se estaban reagrupando para un asalto final. Y vio, a solo unos metros de su cobertur







