Capitulo 23. El Anexo de Sangre
El desafío de Isabela quedó suspendido en el aire del búnker, una vibración tan potente como el eco de la bofetada. No era la súplica de una víctima, sino la demanda de una igual. Exigía reescribir las reglas del infierno con su propia sangre.
La reacción de Alessandro fue una clase magistral de control. No se burló. No se enfureció. Por fuera, su rostro se mantuvo como una máscara de calma analítica. Una de sus cejas se arqueó mínimamente y, por una fracción de segundo, la comisura de sus labios se torció en una sonrisa que no era de humor, sino de un respeto gélido y a regañadientes.
Pero por dentro, su mente era un torbellino.
Maldita sea, es brillante, pensó, una ráfaga de admiración no deseada atravesando su furia. Está rota, está en el suelo, y aun así ha encontrado la única arma que le quedaba y la ha apuntado directamente a mi yugular. Poner una bomba de relojería en un contrato…
El cálculo fue instantáneo, una tormenta de variables y consecuencias. No tiene ni idea. No sabe q