Capitulo 22. La Elección Del Demonio
El eco de la bofetada se extinguió, pero el silencio que dejó atrás era una entidad propia. Vibraba en el aire del búnker de hormigón, una onda expansiva de la rebelión final y desesperada de Isabela. Su mano le ardía, no tanto por el impacto como por la monumental transgresión. Había desafiado, había golpeado, al león en su propia cueva. El miedo debería haberla consumido, pero estaba demasiado vacía para sentir algo más que el dolor punzante de la traición.
Alessandro no reaccionó con violencia. No hubo un grito de rabia, ni un agarre brutal. Eso habría sido predecible, humano. En su lugar, hizo algo mucho más aterrador, mucho más cruel. Se quedó inmóvil por un segundo que se estiró hasta el infinito, la marca roja de los cinco dedos de ella floreciendo en su mejilla como una flor venenosa, un estigma de su desafío. Luego, lentamente, con un control sobrehumano que era en sí mismo una forma de tortura psicológica, se enderezó. No la miró. Se dio la vuelta con una deliberación gélida