Capitulo 21. La Cueva del Leon
—A partir de ahora, corremos.
Las palabras de Alessandro no fueron una sugerencia; fueron el disparo de salida. Agarró la muñeca de Isabela, y esta vez el contacto no tenía nada de posesivo ni de sensual. Era el agarre funcional y urgente de un soldado que arrastra a un civil del campo de batalla. La sacó de la cocina en ruinas, lejos de las sirenas que aullaban su fracaso, y se dirigió no hacia el ascensor privado, sino hacia una pared anodina en el pasillo de servicio.
Con un movimiento de su mano herida, presionó una sección del revestimiento de madera. Con un siseo hidráulico, un panel se deslizó hacia un lado, revelando no más lujo, sino una puerta de acero sin adornos. La abrió para revelar las entrañas del edificio. El aire opulento del ático fue reemplazado instantáneamente por el olor a polvo, hormigón frío y aceite de maquinaria. Habían dejado atrás el mundo del uno por ciento para sumergirse en el esqueleto funcional que lo sostenía.
La guio por un pasadizo estrecho, ilumin