Capitulo 20. La Alianza Forzada
El mundo era una sirena. Un aullido estridente y penetrante que lo ahogaba todo: el viento helado que entraba a ráfagas por la ventana rota, el crepitar de los cristales bajo el peso invisible de la estructura, el martilleo frenético del propio corazón de Isabela contra sus costillas. El olor a pólvora y a ozono quemado arañaba su garganta. Estaba en el suelo, el frío del mármol filtrándose a través de su ropa, con el peso del cuerpo de Alessandro todavía parcialmente sobre ella, un escudo humano cuyo calor y solidez eran la única constante en un universo que acababa de estallar.
Él ya estaba en movimiento, rodando para ponerse de rodillas con una agilidad que desmentía su herida. Su rostro, iluminado por los destellos intermitentes de las luces de emergencia rojas, era una máscara de furia controlada. Ya no era el captor, el seductor, el maestro de marionetas. Era un general en su puesto de mando violado, y estaba a punto de desatar el infierno.
—¡Perímetro sur! ¡Quiero un informe! —