La lluvia caía con una furia contenida sobre la ciudad mientras los cristales del club temblaban suavemente con cada truenazo. En el interior, sin embargo, el ambiente era cálido, casi sofocante, por la mezcla de luces doradas, vino derramado y secretos que nunca debieron salir a la luz.
Vincent estaba en su oficina privada, con las mangas de la camisa enrolladas y los dedos manchados de tinta. El informe estaba sobre el escritorio: Juliette había sido vista en la ciudad otra vez. No solo eso. Había entrado en contacto con alguien del círculo íntimo de Vincent. Un traidor.
—Ella está moviendo las piezas demasiado rápido esta vez —murmuró, más para sí mismo que para Matteo, su guardaespaldas, que lo observaba desde la puerta.
—¿Quiere que lo elimine?— preguntó Matteo, directo como siempre.
Vincent lo pensó. Por un segundo largo. Pero negó con la cabeza.
—Aún no. Quiero saber qué planea. Y con quién. No actúa sola.
Del otro lado de la ciudad, Havana se encontraba en su apartamento, revi