La luna se alzaba como un ojo vigilante sobre el territorio Blackthorn. No era una luna cualquiera; su brillo rojizo teñía el bosque de sombras carmesí, convirtiendo cada árbol en una silueta amenazante. Brianna observaba desde la ventana de su habitación, sintiendo un extraño hormigueo bajo la piel.
Tres golpes secos en la puerta interrumpieron su contemplación.
—No salgas esta noche —la voz de Damien resonó desde el pasillo, sin molestarse en entrar—. Bajo ninguna circunstancia.
Brianna se acercó a la puerta, apoyando la palma contra la madera.
—¿Por qué? —preguntó, pero solo obtuvo silencio—. ¿Damien?
El eco de sus pasos alejándose fue toda su respuesta. Llevaba días evitándola desde aquel encuentro en la biblioteca, donde sus dedos se habían rozado sobre las páginas de un libro antiguo. Un contacto fugaz que había enviado una descarga eléctrica por todo su cuerpo.
La orden de permanecer encerrada solo aumentó su inquietud. Algo en aquella luna la llamaba, como si cantara directame