Clara había escondido la camisa en el fondo de su armario, enterrándola bajo capas de ropa como si eso pudiera hacer que dejara de existir. Pero incluso mientras se vestía esa mañana, podía sentir su presencia como un peso fantasma, un recordatorio constante de algo que no podía explicar y no se atrevía a confrontar.
Sophia había notado su estado de ánimo sombrío. La niña se había mantenido cerca durante el desayuno, sus pequeños ojos observando a Clara con una preocupación que iba más allá de sus años. Cuando Clara intentó sonreír para tranquilizarla, la expresión se sintió rota, incompleta.
Lady Mercy había anunciado durante el desayuno que recibirían visitas esa tarde: Lord y Lady Pemberton, acompañados por el vizconde Ashworth y su hermana soltera. Un té formal donde, sin duda, Clara sería exhibida como la última rareza de la casa Delacroix.
Ahora, mientras el sol de la tarde se filtraba por las ventanas del salón principal, Clara estaba de pie junto a la pared, tratando de hacerse