El silencio de la biblioteca de los Delacroix era casi tangible. Clara pasaba sus dedos por los lomos de cuero de los libros mientras la luz del atardecer se filtraba por los ventanales, creando patrones dorados sobre el suelo de madera pulida. Había encontrado refugio en este santuario de conocimiento durante las últimas semanas, especialmente cuando la tensión en la mansión se volvía insoportable.
Hoy, sin embargo, no buscaba literatura. Sus manos se deslizaron hacia el escritorio donde Lord Delacroix guardaba documentos familiares. Con la familia ocupada en sus actividades vespertinas, Clara se había aventurado a explorar aquellos papeles que normalmente permanecían bajo llave. Adrian había olvidado cerrar el cajón esa mañana, un descuido inusual en él que ella interpretó como una invitación del destino.
—Quizás aquí encuentre respuestas —murmur&oacut