El cielo se oscureció con una rapidez inusitada aquella tarde. Las nubes, densas y amenazantes, se arremolinaban sobre la mansión Delacroix como presagio de lo que estaba por venir. Clara observaba desde la ventana del salón cómo los árboles se doblaban ante la fuerza del viento, mientras sostenía un libro que había dejado de leer hacía varios minutos.
—Parece que tendremos una tormenta considerable —comentó Lady Amelia, quien bordaba junto a la chimenea—. Espero que todos estén dentro de la casa.
Clara asintió distraídamente. Su mente vagaba entre las palabras que Adrian le había susurrado la noche anterior, cuando se encontraron casualmente en la biblioteca. "Hay tormentas que ocurren dentro de nosotros, señorita Morel, mucho más devastadoras que las que azotan el cielo". Y ahora, como si el universo quisiera burlarse de ella, ambas tormentas coi