El tren hacia Roma avanzaba con un ritmo monótono, pero dentro del vagón, Matteo y Aurora no lograban encontrar tranquilidad. Los dos hermanos permanecían en silencio, sentados frente a frente. Aurora sostenía los documentos que habían logrado rescatar, hojeándolos con un aire de concentración que apenas ocultaba su tensión. Matteo, por otro lado, miraba por la ventana, sumido en sus pensamientos, con la mandíbula apretada y las manos cruzadas frente a él.
—¿Crees que Vittorio realmente pueda ayudarnos? —preguntó Aurora finalmente, rompiendo el silencio.
Matteo se giró hacia ella, parpadeando como si hubiera estado lejos en sus pensamientos.
—No lo sé &mdas