El salón de baile del Palazzo Altieri brillaba bajo la luz de imponentes candelabros de cristal. Era una noche de gala en la que la élite de Roma se congregaba, vestidos en trajes de diseñador, para celebrar un supuesto acto de beneficencia. Las familias más poderosas de la ciudad estaban allí, incluidas los Mancini.
Bianca caminaba al lado de Stefano, su supuesto "pretendiente", quien vestía un impecable esmoquin negro. Su madre, Giovanna, se había asegurado de que todo estuviera perfectamente planeado. Bianca debía estar a su lado toda la noche, una pieza más en el tablero de ajedrez que su familia manejaba con precisión.
—Recuerda, Bianca, una sonrisa cálida y evita hablar de más. Stefano es un excelente partido —había dicho Giovanna antes de salir de casa, mientras ajustaba las perlas en el