11. Eres una bruja
La respiración de Livia era agitada cuando el beso terminó. Ella estaba sobre el regazo de Garrett. Ni siquiera sabía cómo había terminado así, sus mejillas quemaron y quiso apartarse, pero la mano posesiva sobre su cintura se lo impidió.
Garrett no quería dejarla ir. Temía que apenas Livia se apartara de él, la burbuja iba a romperse y volverían a llevarse como perros y gatos. Era por eso que no se atrevía a hablar. Solo observaba a Livia, esperando cualquier movimiento de su parte. Un grito, un golpe, lo que fuera era mejor que el silencio instalado entre ellos y de ese temblor en el cuerpo de ella.
—¿De verdad has pensado en el beso? —preguntó ella, apartando el mechón de pelo de la frente de Garrett. Sus dedos acariciaron la piel, alisando las arrugas del ceño fruncido.
Con un nudo en la garganta, Garrett asintió.
—Todos los días —aceptó él, cerrando los ojos. Disfrutando de la suave caricia que Livia le prodigaba. Ignoró la molestia de su labio partido, de hech