Mundo ficciónIniciar sesiónMariano sostuvo la mirada de Leonardo con calma, aunque por dentro la sangre le ardía. El fuego de la chimenea se reflejaba en los ojos de su hermano, dándole esa dureza que siempre lo había caracterizado. Hablaron un rato más, frases cuidadosas, pruebas disfrazadas de cortesía. Cada palabra era un duelo silencioso.
Finalmente, Leonardo se levantó. - "Será mejor que descanses, mañana podremos hablar más", dijo Leonardo, con su habitual tono que no era sugerencia, sino orden. El mayordomo apareció casi de inmediato, como si hubiera estado esperando la señal. - "Por aquí, señor Mariano. Le mostraré la habitación de invitados", manifestó el mayordomo. Mariano caminó a su lado, los pasos amortiguados por la alfombra gruesa del pasillo. Se obligó a mantener un ritmo tranquilo, la respiración pareja, aunque sus sentidos estaban atentos a cada detalle.






