Alicia se quedó allí, en el jardín, sintiendo que el suelo bajo sus pies temblaba.
Las palabras de Montserrat seguían resonando en su mente.
"Dante solo quiere poseerte."
"Cuando lo consiga, te dejará en la peor posición posible frente a tu familia."
Trató de respirar profundamente, de despejar su mente, pero era imposible.
Cada vez que cerraba los ojos, recordaba el roce de las manos de Dante sobre su piel.
El beso que compartieron, la forma en la que su cuerpo ardió con un deseo incontrolable.
Era cierto.
Ya había caído.
Había entrado en el juego de Dante Moretti.
Y lo peor era que sabía que él lo sabía.
Se odió por no haber sido más fuerte.
Por haber permitido que su cuerpo traicionara su mente.
Pero si algo tenía claro ahora era que no podía permitir que Dante la poseyera.
No podía ceder completamente a él.
Porque, si lo hacía, estaría perdida.
Se giró sobre sus talones y se dirigió a su habitación, decidida a no volver a ser vulnerable ante él.
El día del viaje llegó.
Alicia se p