Eva
El sol se filtraba a través de las cortinas de seda cuando abrí los ojos. Me tomó unos segundos recordar dónde estaba: en la habitación que Damián había designado para mí en su mansión. Mi habitación. Aunque después de lo ocurrido entre nosotros, ya no sabía si seguiría siendo solo mía.
Me incorporé lentamente, sintiendo cada músculo de mi cuerpo. No era dolor lo que sentía, sino una extraña conciencia de cada centímetro de mi piel, como si hubiera despertado de un largo letargo. Las sábanas de satén se deslizaron por mi cuerpo mientras me levantaba, y por un momento, recordé sus manos recorriendo los mismos caminos.
Sacudí la cabeza, intentando despejar esos pensamientos. Necesitaba mantener la mente clara.
Tras una ducha rápida, me vestí con unos jeans y una blusa sencilla que había encontrado en el armario. Todo allí parecía estar pensado para mí, como si Damián hubiera anticipado mi llegada mucho antes de que yo supiera de su existencia. Ese pensamiento me provocó un escalofrí