Damian
El aire se volvió denso, cargado con el olor a azufre y ceniza. Mis venas palpitaban con un fuego antiguo que no había permitido fluir en siglos. La rabia, ese viejo compañero que siempre había controlado con precisión quirúrgica, ahora se desbordaba como lava, consumiendo cada pensamiento racional.
Eva. Su nombre resonaba en mi mente como un latido constante.
Lilith había cruzado la línea. No era la primera vez que intentaba sabotear mis planes, pero jamás había tocado algo que me perteneciera de esta manera. Porque Eva era mía. No como una posesión cualquiera, no como las almas que había coleccionado a lo largo de milenios.
Era mía como el aire es del fuego: para transformarla, para existir a través de ella.
El portal que había abierto hacia el dominio de Lilith desprendía un fulgor carmesí que iluminaba las paredes de la mansión. Crucé el umbral sintiendo cómo mi forma humana se desgarraba con cada paso. No había necesidad de mantener apariencias ahora. No cuando iba a la gu