Damian
La observo dormir desde el rincón más oscuro de la habitación. Su respiración acompasada, el suave movimiento de su pecho, la forma en que sus labios se entreabren ligeramente... Eva no tiene idea de lo que provoca en mí. Ningún mortal debería ejercer tal poder sobre un ser como yo.
Siglos de existencia me han enseñado a controlar cada emoción, a calcular cada movimiento. He visto imperios caer, he negociado con reyes y tiranos, he presenciado la depravación humana en todas sus formas. Nada me ha sorprendido jamás. Hasta ella.
Me acerco silenciosamente a la cama. El aroma de su piel me golpea como una droga prohibida. Jazmín y algo más, algo únicamente suyo. Algo que me atormenta.
—Maldita sea —murmuro, apretando los puños.
Eva se remueve en sueños, como si percibiera mi presencia. Una parte de mí, la más antigua y oscura, desea despertarla bruscamente, recordarle a quién pertenece ahora. Pero otra parte, una que creía extinta hace eones, solo quiere contemplarla.
¿Qué me está