44. La Explosión Paralela
La mujer quedó paralizada. Y entonces, como si buscara su última carta, giró hacia Shaya. —¿Te crees ganadora, Shaya? Yo conozco tus puntos débiles. Conozco tu pasado. Y tarde o temprano, todos sabrán que no eres más que una oportunista.
La sala contuvo el aliento. Shaya se levantó lentamente, avanzó hasta quedar frente a Claudia, y con voz baja pero firme le respondió.
—La diferencia entre tú y yo es que yo no necesito arrastrarme para ser escuchada. Y si piensas que tu lengua venenosa puede destruirme, te equivocas. Los que saben leer este tablero ya entendieron quién es la reina.
Un silencio sepulcral se apoderó del lugar. Claudia abrió la boca para replicar, pero las palabras no llegaron. La mirada de Shaya, fija, cortante, la dejó inmóvil. Finalmente, con un movimiento torpe, giró sobre sus tacones y salió de la sala.
Santiago, rígido, pasó una mano por su cabello, respirando hondo. —No sé qué más quiere esta mujer —murmuró, casi para sí mismo.
Shaya, de pie junto a la mesa,