45. La Caída De La Dama
Shaya no se movió. Por dentro, comprendió al instante la jugada. Emilia estaba detrás. Era su estilo, elegante, anónimo, pero con un filo letal.
Eryx, desde el otro extremo del salón, alzó la vista con serenidad implacable. Sus ojos buscaron a Shaya, no a Claudia. Como si quisiera asegurarse de que ella comprendiera que no tenía nada que ocultarle, o quizá que había cosas que aún no podía decir.
Claudia, desbordada, gritó.
—¡Son fotos manipuladas! ¡Todo es un invento!
Pero su voz fue devorada por el murmullo creciente. Las mujeres la observaban con desdén, los hombres con morbo, y los socios con un brillo calculador en los ojos. Para ellos, Claudia había dejado de ser un activo, ahora era un escándalo andante.
Santiago se alejó de ella como si su sola cercanía fuera un veneno. —Me has humillado frente a todos —le dijo, la voz baja, pero cargada de furia —Y lo peor es que no necesito ni una confirmación para saber que todo esto es verdad.
Claudia intentó tocarlo, pero él se apart