29. Orgullo Herido
—¡Maldito Allen! —rugió con una voz cargada de odio, como si nombrarlo fuera una maldición.
En ese momento la puerta se abrió con brusquedad. Claudia entró, impecable como siempre, con su vestido entallado y su peinado perfecto, pero con un fuego en los ojos que rara vez mostraba. Cerró la puerta tras de sí y lo observó, primero con el ceño fruncido y luego con una sonrisa sarcástica que no disimulaba su irritación.
—Así que así reaccionas cuando te derrotan —dijo, cruzándose de brazos —Destrozando tu propia oficina como un niño berrinchudo.
Santiago giró hacia ella con el rostro enrojecido por la furia.
—¡No tienes idea de lo que estás diciendo, Claudia! Ese hombre me ha arrebatado el control de todo lo que construí. ¿Entiendes lo que significa? ¡Tengo socios que ahora me miran con lástima! ¡Yo, Santiago Pavón Carreti, reducido a un simple peón en mi propia empresa!
—¿Y de quién crees que es la culpa? —replicó ella con una voz venenosa —¿Mía? ¿De los socios? ¡No, Santiago! Es tu culp