El colchón olía a humedad vieja y a billetes que habían pasado por demasiadas manos.
Valentín clavó los dedos y tiró, sintiendo la fibra áspera rasgarle los nudillos. El borde cedió con un susurro mugriento y aparecieron los fajos envueltos en cinta de embalar como si fueran órganos recién extraídos. Contó a ojo, respirando por la boca para no tragar polvo.
De fondo, el aire acondicionado parecía un animal enfermo.
—Dos minutos y nos vamos —dijo en voz baja, hablándole al cuarto como si el cuarto pudiera obedecerle. Se secó el sudor con el antebrazo.
El celular de Enzo vibró dos veces, sin tono.
Mensaje entrante.
Vio aparecer el nombre del agente Matthew en la pantalla
Dile a tu jefe que salga del apartamento ya. Van por él. Orden de Blake.
Valentín metió los fajos en la mochila negra y la cerró con un tirón. El corredor, al otro lado de la puerta, estaba callado como un animal al acecho.
Enzo irrumpió sin ceremonias, golpeando la puerta con la cadera, el arma recogida contra el pecho