En la vida, a veces nos vemos obligados a tomar decisiones que van en contra de lo establecido. Dolores, Valeria y Aita, enfrentaron esa encrucijada al desafiar la sagrada obediencia impuesta por su linaje aristocrático. Su rebeldía las llevó por caminos inesperados, lejos de las normas y expectativas de su entorno. Dolores, en particular, tuvo que enfrentarse a la dura realidad de ser tratada como una mercancía en un acuerdo de propiedades. Sin embargo, su determinación la llevó a escribir su propia historia, desafiando al destino que le habían impuesto. Junto a sus amigas y la princesa Valeria, se vieron coronadas en una lucha por el poder y la realeza, donde el amor y la lealtad se convirtieron en sus mayores aliados.
Leer másLa lucha por la marca Gobles.
En el Monasterio de priato de santa marta, la marca Gobles, en área fronteriza entre Escocia e Irlanda del Norte, la pequeña Estacia tenía paredes y suelo de piedra y un tejado ondulado. Una humedad fría lo colaba todo, proporcionando un brillo desagradable a la luz de la única lámpara.
La habitación parecía congelada en el tiempo, como si hubiera sido abandonada hace décadas, con polvo acumulado en cada rincón y telarañas colgando del techo. Sin embargo, en aquella noche sombría, el ambiente estaba cargado de tensión y miedo, como si el lugar hubiera cobrado vida repentinamente. Dos mujeres, con el rostro pálido y los ojos llenos de temor, se aferraban a sus abrigos en un intento desesperado por mantener el calor, mientras una gata negra se acurrucaba a sus pies, también temblando.
La puerta, reforzada con una antigua tranca de madera, permanecía cerrada y asegurada desde el interior, como si las ocupantes estuvieran tratando de protegerse de algo que acechaba en la oscuridad. Las ventanas, por su parte, permanecían cerradas herméticamente, evitando cualquier mirada curiosa que pudiera penetrar en aquel refugio improvisado.
El silencio reinaba en la habitación, solo interrumpido por el crujir de la madera vieja y el aullido del viento que se colaba por las rendijas. Cada sombra parecía cobrar vida propia, danzando en las paredes como si fueran entidades conscientes. Las dos mujeres intercambiaban miradas nerviosas, buscando consuelo en la presencia mutua, pero sin encontrar ninguna certeza en aquel lugar inhóspito.
Afuera, la noche continuaba su avance implacable, envolviendo la vieja casa en su manto oscuro y misterioso. ¿Qué las había llevado a refugiarse en aquel lugar olvidado por el tiempo? ¿Qué peligro acechaba más allá de las paredes que las rodeaban? Eran preguntas sin respuesta, solo alimentadas por el palpitar acelerado de sus corazones y el frío que se colaba hasta los huesos.
La habitación, testigo silencioso de aquella noche de terror, guardaba sus secretos entre sus paredes desgastadas. Y mientras las dos mujeres y la gata se aferraban a la esperanza de sobrevivir a la oscuridad, la habitación seguía impasible, como si hubiera presenciado incontables escenas de miedo a lo largo de los años.
Las mujeres estaban sentadas la una frente a la otra y entre ellas una gata y un basto tablero de madera sostenido sobre dos caballetes, en uno de cuyo extremo se ovillaba la gata. Ambas figuras iban cubiertas por sendas capas oscuras. Una de ellas, la de más edad, era Ivon bondlok, una mujer oronda, de rostro redondo, ojos oscuros, poco presentable, vestida con un brocado de ropas burdas de criada.
La otra era Dolores de Romsome, la hija de una de las principales familia aristocráticas de la marca Gobles. Pálida y delgada, era aún muy joven, iba vestida completamente de negro y llevaba la toca blanca y negra de las monjas. En silencio, saco de un saco de lona cuatro velones de sebo, que dispuso formando un cuadro ante su criada, Ivon coloco un plato de barro en el centro, lo lleno de agua y levanto la mirada.
_ ¿Estáis segura, milady?
_ Lo estoy _ respondió a pesar de que le castañeteaban los dientes del frío.
_ Si así es... comenzamos.
Ivon miro a la gata, que se dio inmediatamente la vuelta para levantarse las patas y orejas con estudiada indiferencia. Con un suspiro de resignación, la mujer se rebuscó en un bolsillo y saco unos cuantos paquetitos ante de encender las velas, de las que comenzó a salir un humo acre y denso, casi en tata cantidad como luz
_ El arte de la adivinación es peligrosa _ Le dijo.
Cambiando de postura sobre el taburete _.¿Y si nos han seguido milady? ¿Y si nos descubren aquí? Será nuestro fin.
_ No, no nos han seguido, además este hospital está vacío._ respondió Dolores, apoyando las manos en la mesa con las palmas hacia abajo y los dedos separados.
Ningún anillo adornaba aquellas, manos de nudillos inflamados y piel enrojecida. apretaba los labios y su boca quedaba reducida a una fina línea.
_ Aun así, debemos estar atenta y vigilando _ respondió, mirándola con atención. Tenías las mejillas hundidas y unas sombras tan oscuras como hematomas bajo los ojos. El marco que le proporcionaba la toca no servía para realizarla, sino más bien al contrario: las llamas temblorosas e indecisas marcaban más sus defectos.
Dolores frunció el ceño, irritada.
_ Hazlo sin más, Ivon. Tu eres mucho mejor que yo adivinando.
_ No, milady, solo que tengo más prácticas, eso es todo.
De uno de los paquetes saco u puñado de hojas de artemisa y se dispuso a leer el futuro de su ama. Primero estrujo en la mano unas cuantas hojas y las coloco en las llamas para que desprendieran su penetrante aroma. Con los ojos cerrados inspiro profundamente y a continuación echo el resto en el agua. y dijo
_ Vengan a mí por los poderes de la palabra.
En tono a apenas en un susurro, mientras con el dedo índice de la mano dibujaba patrones aleatorio, desde el centro del recipiente, y siguió así mientras inspirada hondamente seis veces. A continuación se detuvo para contemplar e interpretar el dibujo que había hecho las hojas.
_ ¿Qué ves?
_ Callad mi lady esperad, que el camino es peligroso.
Dolores entrelazo las manos para estarse quieta.
_ ¿Y bien?
_ Toda está turbio, milady. Nubes. Un derramamiento de sangre, habrá una lucha sangrienta. Hay muchas lágrimas mi lady. Ivon alzo la mirada. Muerte.
_ ¿La mia? Ivon.
_ No, no es para vos... Hay un viaje, quizás un castillo oscuro, pero no se os guarda en él, una bienvenida o un rechazo, un amigo o un enemigo. No puedo decirlo mi lady.
_ ¡Gracias a Dios! _ Exclamó Dolores. _ Un viaje.
_ Callad mi lady. No es apropiado hablar en voz alta lo que ves, el viento puede llevarla consigo.
Dolores asintió con la cabeza, pero siguió preguntando sin dejar de mirar ella misma la fuente de barro cono si pudiera entender sus imágenes.
_ ¿Cuándo será este viaje? ¿Pronto? ¿O me aré vieja sin ante partir? ¿Estaré..? Dolores de Romsome guardo silenció sin terminar su pregunta de inmediato clavo la mirada en lo que veía. En la superficie de las aguas removidas apareció un rostro coronado de cabello oscuro que parecía alborotado por el viento.
Ojos grises, de mirada intensa y tormentosa, parecía mirarla con determinación desde aquel rostro extraordinariamente bello. La nariz era recta, los pómulos marcados, la barbilla firme. Sin duda era hermoso. Y mientras se admiraba de su simetría y perfección, tuvo la sensación de caer prea de su mirada, de aquel ser se le metía bajo la piel y se les pegaba a los huesos.
El castillo de Ghrand estaba envuelto en una atmósfera de emoción y expectación. Dolores había dado a luz a dos gemelos, un niño y una niña, después de un arduo pero milagroso parto. La noticia se extendió como el fuego por todo el reino, llenando los corazones de sus habitantes con júbilo y esperanza. Los gemelos Carter no solo eran herederos de un linaje noble, sino que también llevaban en sus venas la sangre de la realeza, un símbolo de unión y fuerza para el futuro del reino.Dolores descansaba en su cama, pálida pero con una sonrisa de pura felicidad mientras sostenía a sus bebés en brazos. A su lado, Nicolas la miraba con admiración y amor, incapaz de contener las lágrimas al contemplar a su familia.“Son perfectos,” susurró Dolores, mirando a sus pequeños. “Un niño y una niña… no podría haber pedido más.”Nicolas acarició suavemente su cabello, inclinándose para besar su frente. “Eres increíble, Dolores. Has traído al mundo no solo a nuestros hijos, sino a dos nuevas esperanzas
Días después, Sir John fue llevado ante la justicia, junto con sus cómplices. Dolores, aunque aliviada de que todo hubiera terminado, sabía que la herida de perder a David nunca sanaría por completo. Pero al menos ahora, su hermano podría descansar en paz, sabiendo que su muerte no había sido en vano.El sol brillaba con fuerza sobre los jardines de Ghrand, llenando el aire con el aroma de las flores recién florecidas. Dolores, sentada en una banca de piedra bajo un gran roble, acariciaba suavemente su vientre con una sonrisa que no podía borrar de su rostro. La noticia de su embarazo había llegado como un rayo de luz después de meses de oscuridad e incertidumbre. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que la vida le estaba dando una segunda oportunidad para ser feliz.A su lado, Ivonne, su dama de compañía, sostenía una bandeja con té y pastelillos. La joven no podía ocultar su emoción, y sus ojos brillaban con lágrimas de alegría.“Mi señora,” dijo Ivonne, inclinándose ligeramente,
La noche caía sobre el castillo de Latiz, envolviendo sus torres y salones en un manto de sombras. Dolores, vestida con un abrigo oscuro y acompañada por Nicolas y un pequeño grupo de hombres leales, se movía con sigilo por los pasillos. Había llegado el momento de enfrentarse a su tío, Sir John, y poner fin a la red de mentiras y traiciones que había construido. Pero antes de hacerlo, Dolores necesitaba una última pieza para completar el rompecabezas: las pruebas que demostrarían, sin lugar a dudas, que Sir John era el responsable de la muerte de David.Horas antes, Dolores había recibido un mensaje de Edric, el hombre que Nicolas había enviado a Latiz para infiltrarse y recopilar información. El mensaje, entregado por un mensajero de confianza, contenía detalles que podrían cambiarlo todo.“Mi señora,” decía la nota, “he descubierto documentos importantes en el despacho del consejero de Sir John, Lord Gresham. Estos documentos confirman que Sir John ordenó la muerte de David y que G
La mañana en Ghrand amaneció con el cielo cubierto de nubes grises, como si la naturaleza misma anticipara las tormentas que se avecinaban. Dolores se levantó temprano, con la carta de Lady Magdalena aún fresca en su mente y los objetos de David guardados cuidadosamente en una caja de madera que había escondido en su estudio. Había pasado la noche en vela, trazando mentalmente los pasos que debía seguir para desentrañar el misterio que rodeaba la muerte de su hermano.Cuando bajó al comedor, encontró a Nicolas esperándola. Estaba sentado junto a la mesa, con una taza de café en la mano y un mapa extendido frente a él. Al verla entrar, levantó la mirada y le dedicó una sonrisa cálida, aunque sus ojos reflejaban la misma preocupación que ella sentía.“Buenos días, Dolores,” dijo, poniéndose de pie para acercarse a ella. “¿Dormiste algo?”Dolores negó con la cabeza, suspirando. “No mucho. No puedo dejar de pensar en lo que Lady Magdalena me escribió y en esos objetos de David. Siento que
Al día siguiente, Dolores decidió visitar a Padre Elric, el sacerdote del castillo y un viejo amigo de la familia. Padre Elric había sido el confesor de David y conocía muchos de los secretos de los Carter. Si alguien podía ayudarla a entender más sobre lo que había sucedido, era él.Elric la recibió en la pequeña capilla del castillo, un lugar tranquilo y lleno de luz que contrastaba con la oscuridad que Dolores sentía en su corazón. El sacerdote, un hombre de cabello gris y ojos bondadosos, la saludó con una sonrisa cálida.“Dolores, querida niña,” dijo Elric, tomando sus manos entre las suyas. “Es un placer verte. ¿En qué puedo ayudarte?”Dolores respiró profundamente, tratando de encontrar las palabras adecuadas. “Padre Elric, necesito hablar con usted sobre mi hermano David. Sé que fue su confesor, y sé que no puede revelarme lo que él le dijo en confianza, pero… necesito su guía. Encontré algo que me hace pensar que su muerte no fue un accidente, y no sé qué hacer.”Elric la mir
Carta de Aita de Pertong, ahora Aita de Llelewas:“Mi querida Dolores,Espero que esta carta te encuentre bien. Hace tanto tiempo que no hablamos, y no puedo evitar extrañarte. Hay tanto que quiero contarte… Isaac y yo hemos sido bendecidos con tres hijos. Nuestro mayor, Edmund, ya tiene cinco años, y recientemente di a luz a gemelos, Leonor y Arthur. Aunque los días son agotadores, no podría estar más feliz de tenerlos en mi vida.”“Sin embargo, no todo es como en los cuentos de hadas que solíamos soñar. Isaac pasa más tiempo en el parlamento que en casa, y aunque entiendo que sus responsabilidades son importantes, a veces me siento sola. Pero no quiero que pienses que soy infeliz. Estoy bien, y eso es lo que importa. Mis hijos son mi alegría, y cada día me esfuerzo por ser fuerte por ellos.”“Espero que algún día podamos reunirnos de nuevo, como en los viejos tiempos. Hay tanto que quiero compartir contigo, y tanto que quiero escuchar de ti. Por favor, cuídate, Dolores. Eres una de
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