Ha pasado un año desde que Becca y Sam terminaron con su tóxica relación. Becca ha superado sus debilidades e intenta vivir feliz con los suyos. Pero ¿qué pasará cuando Sam regrese para recuperar su único cabo suelto a través de una atractiva propuesta? Los dos han pasado por un infierno que los ha ido puliendo como adultos, y Becca sabe que no puede volver a caer. Pero pronto descubre que algo ha cambiado en Sam... Algo que lo ha transformado en alguien que nunca imaginó. Sabe que ha llegado el momento de devolverle el favor, pero ¿estará dispuesta a descubrir todos los demonios de Sam?
Ler maisEl teléfono empieza a vibrar sobre la almohada e intento cogerlo, pero Tyler me lo impide cuando comienza a besarme, dejándome sin defensas para resistirme, ya que me encanta su efusividad.
Intento separarme de él, pero me tumba en la cama y se coloca a horcajadas sobre mí.
—Tengo que cogerlo —digo entre sus labios.
—No tienes porque —murmura mientras sigue acariciándome los muslos de arriba a abajo con una lentitud que es una tortura.
Le pongo las manos en el pecho e intento sacármelo de encima, pero pesa demasiado y que siga besándome no ayuda en absoluto.
—Tyler —farfullo—, déjame.
Finalmente, se coloca a un lado y se cruza de brazos con resignación, fulminándome con la mirada de manera cómica. No sé quién será a estas horas, pero sea quien sea ya me ha fastidiado. Pongo los ojos en blanco y le regalo una sonrisita de disculpa cuando se coloca boca abajo en la cama y mete las manos debajo de la almohada. A veces puede ser tan infantil que no puedo evitar reírme y darle un casto beso en los labios.
El teléfono no ha dejado de sonar, así que ya puede ser importante.
—¿Sí? —pregunto, malhumorada. Se toma su tiempo en contestar y cuando suspira detrás de la línea—. ¿Diga? —vuelvo a preguntar.
Joder, podría contestarme.
—Becca, ¿eres tú? —murmura en un susurro apenas audible.
Ahora soy yo la que no puede hablar, se me ha formado un nudo en la garganta y me cuesta respirar. Puede que por la impresión de no haberlo escuchado desde hace más de un año; más que tan qué trescientos sesenta y tres días. Estoy segura de que no puedo comparar mandarnos algunos mensajes a hablar con en él. Todavía me sorprende que me cueste.
Intento relajarme respirando profundamente.
—Ho-hola —balbuceo con falsa alegría.
Empiezo a frotarme la frente mientras camino de un lado a otro en un radar de metro y medio. No me puedo creerme que realmente esté hablando con él, que me esté hablando a mí... y lo peor es que ni tan siquiera sé lo que quiero decirle, lo que me dirá él...
Se ha vuelto todo tan, como expresarlo, ¿extraño?
—Yo también me alegro de hablar contigo, Becca. —El corazón me da un débil vuelco al volver a escucharlo pronunciar mi nombre—. No sé si te acuerdas..., o si lo has leído, pero te mandé un mensaje preguntándote si podías venir a buscarme al aeropuerto —me contesta con un hilo de voz.
Parece estar tan nervioso como yo y debo admitir que eso me reconforta. Es cierto que últimamente no he leído sus mensajes. Pensé que sería mejor para mí y mi salud mental dejar de prestarle tanta atención. Aunque ahora sólo puedo quedarme con la idea de que va a venir... que lo volveré a verlo...
Tyler se apoya en el marco de la puerta y me mira inquisitivo cuando pongo un dedo en mis labios, señal de que no hable. Asiente y se cruza de brazos con curiosidad.
—Sí, puedo pasarme —le respondo, pero esta vez con la voz más firme. No quiero que Tyler sospeche nada, pero debe de hacerse una idea cuando me miro en el espejo del baño y aprecio que el color ha abandonado mi cara y estoy temblando. No me puedo creer que aún tenga este efecto sobre mí—. ¿A qué hora llegas? —inquiero.
—En un par de horas.
—Vale, estaré ahí —susurro—. Adiós.
Un incómodo silencio se hace con la línea y los ojos comienzan a picarme cuando unas terribles ganas de llorar me asolan, como si un nudo enorme me oprimiera el pecho y me impidiera respirar.
—Adiós, Becca.
Aprieto el móvil contra el pecho y cierro los ojos con fuerza, como si no pudiera concentrarme en nada concreto.
Era él, de verdad era él. Era su voz. Ninguna charla con el psicólogo me había preparado para volver hablar con él y mucho menos volver a verlo, incluso después de tanto tiempo me resulta imposible poder tratarlo como solía hacerlo.
—¿Qué te pasa? —me pregunta Tyler con la voz cargada de preocupación. No obstante, ya no lo escucho, sino que me hundo en mis propios recuerdos.
Me tiembla el labio inferior, pero sonrío y me cruzo de brazos para ocultar el temblor.
—Na-nada, sólo era una llamada de Jared —respondo con una falsa sonrisa.
Sus ojos azules buscan en los míos lo que me sucede, así que le devuelvo mi mirada más falsa y condescendiente. Antes de que pueda preguntarme algo que nos lleve a un inconcluso debate, lo abrazo y me río contra su pecho. Él me devuelve el abrazo y coloca su barbilla en mi coronilla, acariciándome la espalda con cariño.
No tengo ni idea que mentira voy a inventarme para que pueda marcharme y no sospeche a quien voy a ver. Ya ni siquiera creo que sea buena idea verlo, pero quiero hacerlo, necesito verlo. Y por ello tengo claro que no puedo contárselo a Tyler, sino, no me dejaría ir o querrá venir conmigo, que sería incluso peor.
Despego la cara de su pecho y lo miro con una ceja enarcada.
—¿Me vas a contar lo que te pasa? —inquiere, imitando mi gesto.
Me separo de él y lo miro a los ojos, a lo mejor así logro confundirle. Vuelvo a fijar mi mirada en él y asiento levemente mientras le rodeo la cintura con los brazos. Lo mejor será adoptar la actitud de chica inocente, porque la borde no vale para nada con Tyler; está demasiado acostumbrado a ella.
—No pasa nada, sólo que Jared necesita ayuda en la cocina, ya sabes, cena romántica y no quiero que me queme la cocina —suelto de sopetón.
«Por favor, que me crea» rezo en silencio.
—Becca, tú no sabes cocinar, ¿lo sabes? Yo podría ayudaros —se ofrece, pero niego rápidamente con la cabeza.
Enarca una ceja y me mira con curiosidad.
—Hum... no, no hace falta. Es mi apartamento y debo ser una buena anfitriona —respondo con decisión. Me aparto y comienzo a juguetear con el móvil entre los dedos para distraerme—. Ya sabes que cuando se trata de Jared siempre acaba por envolverme y conseguir que me quede hasta que me echa a patadas —le explico con pesadez
Salgo del baño lo más rápido posible y empiezo a recoger mi ropa esparcida por el suelo. Me resulta extraño volver a mentir de manera tan descarada. Hacía tanto tiempo que no tenía que mentir que hasta podría afirmar que me siento un poco culpable por hacerlo, pero sé que de cierto modo estoy haciendo lo correcto.
Me sobresalto cuando Tyler me agarra por detrás de la cintura y me da un beso en el cuello.
—Oye, podríamos acabar lo que empezamos esta mañana —susurra en mi oído con la voz cargada de deseo.
—Eres insaciable ¿lo sabías? —Me doy la vuelta y recorro con los dedos su incipiente barba de dos días—. Creo con lo de ayer has agotado mis energías. —Rozo mis labios con los suyos y le doy un beso en la comisura de la boca, sonriendo con malicia.
Antes de que pueda detenerme salgo corriendo hasta el baño y cierro con pestillo. Empieza a aporrear la puerta y yo comienzo a reírme como una tonta. Lo cierto es que Tyler ha sido la mejor terapia que podría haber encontrado, es una buena distracción, aunque sé que lo estoy utilizando. Es demasiado bueno y sé que no me lo merezco, es demasiado bueno para mí.
Algún día me explotará en la cara.
—Venga, Becca, déjame pasar —gimotea—. Me portaré bien.
—No, que entonces seguro que no llego.
Me doy una ducha rápida y me pongo la ropa de anoche, está arrugada de haber pasado la noche en el suelo, pero no creo que tenga nada en el coche. Salgo del baño y busco mi bolso con la mirada, pero no está.
«¿Dónde narices lo abre dejado?»
Cuando llego a la cocina lo encuentro sobre la encimera, lo cojo y rebusco dentro las llaves del coche, en cuanto las encuentro doy media la vuelta, pero Coco se cruza en mi camino, haciendo que casi me caiga de bruces, pero consigo mantenerme en pie.
—Mierda, Coco —maldigo entre dientes antes de acariciarle la cabeza. Antes de irme le doy la noticia—. Pronto volverás a ver a Sam —susurro. Le sonrío, pero me duele pronunciar su nombre. Ella parece que lo entiende, porque empieza a mover la cola frenéticamente—. Ojalá a mí me hiciera tanta ilusión como a ti.
Dos meses después El sol acaricia mis mejillas como pensé que nunca volvería hacerlo; es agradable volver a sentirme en casa. Bueno, al menos sé que esta es mi casa, nuestra casa.Por fin hemos logrado tener algo nuestro, de los tres.Recuerdo que la cabeza me daba vueltas, igual que mis extremidades se sentían pesadas. Intentaba abrir los ojos, pero estaba tan cómoda en el mundo de los narcóticos que pensé que no sería capaz de lograrlo.Apenas era capaz de recordar más que el ruido de las balas impactar contra el suelo, el dolor mudo en mi cuerpo, Sam llorando a mi lado, rogándome que no me muriera, el olor a antiséptico del hospital y después... Nada.¿Significa eso que estaba muerta?No, supongo que me negué a morirme. No podía aban
SamTodo sucede en apenas tres segundos que no soy capaz de registrar. Solo puedo escuchar el pitido incesante en los oídos cuando mi cabeza se golpea contra el muro de hormigón y la mirada se me nubla por el aturdimiento, sin ser consciente de lo que está pasando a mi alrededor.El ruido sordo de los disparos hace que me paralice, demasiado aturdido como para ser capaz de comprender que estoy en el suelo, con el corazón a mil por hora y el mundo a mi alrededor comenzando a tambalearse cuando la veo tendida en el suelo, respirando entre jadeos entrecortados con la mano sobre su vientre, donde no deja de manar sangre a niveles preocupantes.Ya ni siquiera me preocupa la presencia de sus ojos sobre nosotros cuando, como si fuera un niño pequeño, me arrastro hasta Becca con las rodillas y las manos, sintiendo como el pecho comienza a dolerme como si quisieran atravesármelo con un
SamLa cabeza me palpita como si me estuvieran golpeando con un martillo en las sienes, haciendo que escuche los lánguidos latidos de mi corazón en los oídos. Apenas soy capaz de juntar dos pensamientos coherentes cuando siento mi cuerpo entumecido y mi cuello dolorido por haber estado durante mucho tiempo inclinado hacia abajo. Intento abrir los ojos, pero el suelo se mueve bajo mis pies, difuminándose como si estuviera borracho. Cierro los ojos con fuerza para intentar contener la arcada que mantengo en la boca del estómago, haciendo el vago esfuerzo de levantarme, pero mis pies y manos están atados a una silla que no logro identificar.«¿Dónde coño estoy?»Lo último que recuerdo es aquel callejón en el que me habían citado y después... todo se volvió oscuro. Me maldigo mentalmente por haber sido tan estúpido
La oscuridad me envuelve desde hace horas, aún envuelta entre las sábanas de las que aún no he tenido el ánimo de desembarazarme. Francamente, temo volver con Sam, me aterroriza que se dé cuenta de la traición que acabo de cometer por el papel que tengo entre las manos.La vida del hombre al que amo.Todavía me cuesta comprender como sólo este papel nos ha podido traer tantos problemas.Blake hace un par de horas que se ha quedado dormido, totalmente agotado. Su respiración regular y lenta me mantiene concentrada en la firma de mi chico a través de la penumbra. Espero que Sam jamás se entere de lo que he tenido que hacer para conseguirla. Tampoco sé cómo se las ingeniará para simplemente, decirle que está fuera.No me importa como lo haga, sólo quiero que lo libere.Exhalo un lento suspiro y me retiro el pelo apelmazado hacia atrás
SamCuando somos pequeños e ingenuos, consideramos a nuestros padres los superhéroes de nuestro mundo, valientes, audaces, buenos, pero sobre todo, nuestros padres siempre son los mejores del mundo. Es por ellos por los que solíamos competir en los recreos de la escuela. Veías a tu padre como un ejemplo a seguir y a tú madre, la actitud de la mujer que buscarás en otras chicas, la futura madre de tus hijos, tu amante, tu confidente, pero sobre todo... el amor de tu vida.Supongo que cuando esa barrera se rompe con apenas cinco años, la realidad aplasta tus infantiles esperanzas.Cuando lo único que recibes de tu héroe, tu ejemplo a seguir, son desplantes, miradas decepcionadas, odio y despotismo, creándote un complejo de inferioridad del que no puedes huir y que te redime a sentirte siempre menos, no puedes esperar nada más. Pe
La limusina que Blake había mandado para recogerme se detiene frente a las puertas del Bellagio, donde uno de los empleados me abre la puerta mientras admiro el hotel más reconocido de todo el mundo con fascinación.Le dedico una sonrisa de agradecimiento al joven y salgo del vehículo con cuidado de no tropezarme con los tacones a causa de los nervios que me dominan. Sé que es una mera transacción para conseguir un contrato que libere a Sam de todas sus complicaciones, pero no resta que los nervios me consuman por la anticipación. Sexo por un papel: muy cualitativo.Atravieso las puertas que me dejan en una gran recepción de tonos dorados, regia e imponente. Nunca había estado de Las Vegas, pero puedo afirmar que todo es tan artificial que me cuestiono que haya algo real en toda esta pantomima.Con pasos seguros y contundentes avanzo hacia la zona del bar, con el malestar al
Último capítulo