El silencio de la madrugada se sentía distinto esa noche. No era el tipo de silencio apacible que acompaña al descanso, sino uno cargado de posibilidades, de pensamientos que flotaban en el aire como promesas aún no pronunciadas. Estaba sentada en el borde de la cama, las piernas cruzadas, con la laptop abierta y un documento en pantalla que llevaba más de una hora sin que me atreviera a tocarlo.
Los papeles para formalizar la creación de Bruma Estudio estaban listos. Solo faltaba mi firma. Una firma. Y sin embargo, pesaba como una condena.
Santiago dormía profundamente a mi lado, su respiración lenta y acompasada. En ese momento lo envidié. Esa tranquilidad que él siempre lograba alcanzar cuando las cosas se complicaban. Yo, en cambio,