El pasado era un peso que siempre había llevado conmigo.
Una sombra que se aferraba a mi piel, recordándome que mi apellido no era solo un nombre, sino una sentencia.
Pero ya no más.
Ya no.
La decisión se sintió como un salto al vacío.
Sabía que no había vuelta atrás.
Que una vez que lo hiciera, el mundo en el que había crecido se cerraría para siempre.
Pero no quería seguir viviendo con miedo.
No quería seguir huyendo.
Así
El viento soplaba con suavidad, revolviendo las hojas secas del suelo y acariciando mi piel con una brisa fresca y limpia. Era un viento diferente al de la ciudad, donde el aire siempre parecía estar cargado de tensión, de prisa, de peligro acechando en cada esquina.Aquí, en este rincón apartado del mundo, el viento solo era viento.Nada más.Pero yo no sabía cómo existir en un mundo donde todo era tan… tranquilo.Desde que habíamos llegado la noche anterior, me sentía extraña. Como si mis músculos aún no entendieran que podían relajarse, como si mi mente se negara a aceptar que no había amenazas esperando en la oscuridad.No hab&iacu
El pasado no desaparece solo porque el presente ha cambiado.No importa cuántos kilómetros ponga entre lo que fui y lo que quiero ser, hay cicatrices que siguen latiendo, que se niegan a cerrarse del todo.Lo supe la primera noche en la cabaña, cuando desperté con un grito atrapado en la garganta y el cuerpo cubierto de sudor frío.Los sueños no eran sueños.Eran fragmentos de recuerdos.Sombras de un pasado que no terminaba de soltarme.Las imágenes eran siempre las mismas.El metal frío de un arma contra mi piel.
La noche estaba despejada.El cielo, vasto y oscuro, se extendía sobre nosotros como un lienzo de terciopelo salpicado de estrellas. La ciudad brillaba a nuestros pies, un mar de luces parpadeantes que parecían tan lejanas, tan irreales.Santiago me había traído aquí sin decirme por qué.Sin explicaciones.Solo me había pedido que lo acompañara.Y yo no había dudado en seguirlo.Siempre lo hacía.Siempre lo haría.El mirador estaba vacío a esta hora.El aire nocturno acariciaba mi piel, le
El sonido del agua rompiendo suavemente contra la orilla se mezclaba con el murmullo de la brisa cálida.Nunca pensé que planear una boda se sentiría así.Nunca pensé que vivir se sentiría así.Dejé el bolígrafo sobre la libreta y apoyé la espalda contra la silla, dejando escapar un suspiro. Desde la terraza de nuestra casa en la playa, podía ver el sol descendiendo lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y naranjas.La casa no era ostentosa, pero era nuestra.Un refugio lejos de todo, lejos de la ciudad que había sido nuestro campo de batalla, lejos de los fantasmas que alguna vez me persiguieron sin tregua.
El atardecer pintaba el cielo con tonos dorados y lavanda, reflejando su luz en la arena blanca. La brisa del ma
Italia tenía un ritmo diferente.Era un país de contrastes.La vida aquí transcurría entre el caos de las calles adoquinadas y la calma de las terrazas con vistas al mar. Entre el bullicio de los mercados y el silencio de los callejones iluminados por faroles antiguos.Y en medio de todo eso, estábamos nosotros.Después de todo lo que habíamos vivido, después de cada sombra que había intentado separarnos, finalmente éramos solo Sofía y Santiago.Solo esposos.Solo dos personas descubriéndose sin la amenaza de la muerte persiguiéndonos a cada paso.O al menos, eso que
El avión aterrizó con suavidad en la pista, pero dentro de mí todo se sentía como una turbulencia interminable.Después de semanas en Italia, volver a la ciudad era como despertar de un sueño demasiado hermoso, demasiado efímero.El viaje había sido una burbuja de calma, un respiro después de años de correr, de luchar, de sobrevivir.Pero la realidad siempre encuentra la manera de alcanzarnos.Santiago estaba sentado a mi lado, con la mirada fija en su teléfono, sus dedos deslizándose por la pantalla con la eficiencia de alguien que ya había vuelto a su mundo de responsabilidades y estrategias.Suspiré, apoyando la cabeza contra el respaldo d
La tensión en el aire era espesa, casi sofocante.Santiago y yo nunca habíamos sido de los que evitaban el conflicto. Nos habíamos conocido en medio de discusiones acaloradas, en un juego de poder y desafío constante.Pero esto era diferente.Esto no era una pelea más de nuestro interminable tira y afloja.Esta vez, lo que estaba en juego no era solo una decisión empresarial.Era nuestro futuro.Nuestra vida.—¿Por qué sientes que tengo que seguirte en cada cosa que decides?Mi voz sonó más cortante de lo que pretendía, pero no me