El viento soplaba con suavidad, revolviendo las hojas secas del suelo y acariciando mi piel con una brisa fresca y limpia. Era un viento diferente al de la ciudad, donde el aire siempre parecía estar cargado de tensión, de prisa, de peligro acechando en cada esquina.
Aquí, en este rincón apartado del mundo, el viento solo era viento.
Nada más.
Pero yo no sabía cómo existir en un mundo donde todo era tan… tranquilo.
Desde que habíamos llegado la noche anterior, me sentía extraña. Como si mis músculos aún no entendieran que podían relajarse, como si mi mente se negara a aceptar que no había amenazas esperando en la oscuridad.
No hab&iacu