Savannah observó a su hijo dormir plácidamente, agotado por haber quemado tantas energías jugando con sus nuevos juguetes, corriendo de un lado a otro, con una emoción que aún la hacía sentir atribulada.
Durante la cena había estado en silencio y muy ausente, pensando que no podía seguir siendo egoísta cuando lo único que le importaba era la felicidad de su hijo. Y, a pesar de que no era así como una vez soñó en que lo fuera, en ese momento jamás lo había visto reír como lo había hecho.
Suspiró profundo antes de agacharse y darle un beso en la frente a su pequeño, dejando sus labios un poco más de tiempo pegados a su piel.
—Lo más importante es que tú seas feliz, mi amor —susurró.
Lo observó dormir por largos minutos en completo silencio, pensando en todo a la vez y matando tiempo, después de todo, sabía que Massimo la esperaba en la que sería su habitación.
Cerró los ojos con fuerza y se dijo que debía afrontar su nueva vida, pero en el fondo se sentía nerviosa. Nunca había compartid