Massimo se enderezó con una lentitud deliberada, su sonrisa oculta se hizo apenas visible en la comisura de sus labios. Había lanzado la bomba y ahora esperaba el ataque de vuelta, pero el silencio que siguió a su declaración lo puso a mil.
Savannah se quedó inmóvil, sintiendo el calor del aliento de él desvanecerse en su oído, pero el eco de sus palabras seguía vibrando en cada fibra de su ser. Estaba ardiendo. Sus nervios, que ya estaban a flor de piel, se habían convertido en un incendio que amenazaba con consumirla.
Dio un paso hacia atrás instintivamente, como si el espacio que compartían se hubiera reducido demasiado, buscando un punto de apoyo, cualquier cosa que la anclara a tierra. Su mirada se fijó en la puerta del baño, su única vía de escape.
Massimo; sin embargo, parecía disfrutar de su evidente nerviosismo, después de todo, estaba provocando en ella algo diferente al oído y la molestia habitual. Dio un paso hacia la mesita de noche, y con un movimiento pausado, se quitó