—¿Resolver qué? No lo entiendo, Marcos.
—El jueguito de miradas y toqueteos que tienes con ese imbécil —soltó como si fuera un hecho, como si en realidad hubiera estado siendo una descarada frente a sus narices—. ¡Acaso crees que no sé que estabas con él en el baño!
—¿Qué? —Se quedó tiesa por un segundo, sopesando seriamente si Marcos sabía que había estado con Alejandro en el baño o no. Desde su perspectiva, era imposible; se lo hubiera hecho saber desde antes.
Sin embargo, su expresión pareció delatarla, porque el hombre se puso todavía más furioso de lo que ya estaba.
—Lo estuviste, ¿verdad? —La tomó fuertemente por la barbilla, apretándola; luego soltó una maldición y la lanzó hacia el auto.
Estuvo a punto de caerse —sus pies la traicionaron—, pero el valet la ayudó a estabilizarse a tiempo.
¿Qué opción tenía?
¿Irse por su cuenta?
¿Quedarse y armar un escándalo?
Pensó en que esta conversación era necesaria y pensó en que, posiblemente, necesitarían un tiempo sepa