Fue un fastidio quitarse a Alejandro de encima. Permaneció toda la noche abrazándola en un agarre posesivo que la mantuvo muy pegada a él.
Lo sintió hincharse más de una vez.
Pero fue de madrugada, antes de levantarse para ir al trabajo, cuando alzó una de sus piernas y le embistió de lado. Lento, despertándola de esa forma, haciéndola sacudirse y llenándola nuevamente con su semen.
Cuando finalmente se fue, encendió su teléfono y vio todas las llamadas y mensajes de Marcos. Eran muchos, cientos de ellos. Cada uno más preocupado que el anterior.
Se mordió el labio inferior y decidió que debía ponerle un fin a esto. Por el bien de su amigo, no podía acercársele.
—Marcos… —dijo en cuanto le contestó la llamada.
—Maldición, Selene —gruñó—. Estuve toda la madrugada esperando que te asomaras a la ventana. El vigilante se dio cuenta, llamó a la policía y me echaron. Pero estoy camino para allá otra vez. Necesito que intentes…
—No —negó, sin permitirle decir nada más. No importaba el plan qu