El hombre no dijo nada; se quedó estático por más de un minuto, con sus ojos fijos en la pantalla.
Parecía no poder creer lo que estaba viendo.
En el monitor, y gracias a la guía de la doctora, podía apreciar cómo uno de sus bebés estiraba una de sus extremidades superiores, mientras su hermanito daba una patada brusca en el espacio vacío.
—Son muy inquietos y parece que se llevan muy bien —siguió diciendo la mujer, ajena a la tensión que se estaba gestando en tan reducido espacio.
Cuando Alejandro consideró que ya era suficiente de mirar la pantalla, sus ojos se giraron hacia ella con lentitud.
Lo que encontró en ellos fue el desconcierto de un hombre que recién estaba asimilando el hecho de que sería padre, pero no solo padre, padre por partida doble.
—Veo que ya te recetaron vitaminas. Muy bien. Sigue tomándolas —habló la doctora mientras escribía una nueva receta—. Cualquier síntoma, malestar, no dudes en contactarme. Arriba de la hoja encontrarás mi número telefónico.
—Gracias, d