—¡Te equivocas! —apartó su mano y lo empujó con fuerza—. El hecho de que esté embarazada no cambia nada, Alejandro. Tú y yo ya hemos terminado; es momento de que lo entiendas.
—A mí me parece que esto recién comienza —se inclinó para besar sus labios, pero justo en ese instante pudo escucharse una sirena policíaca muy cerca.
Cerró los ojos por un segundo.
Su madre había llamado a la policía, aunque no sabía que eso no tenía efecto en tipos como él.
—Entonces tu madre cumplió su amenaza —sonrió con lentitud, como si se mofara de la idea—. Creo que no le agrado mucho, ¿verdad? Es una lástima, porque a partir de ahora nos veremos muy a menudo.
—¡Lárgate de aquí!
—Claro, pero primero saludaré a mis amigos policías. Y tú… —la miró intensamente, con sus ojos grises danzando en una advertencia—. Ni se te ocurra moverte de aquí, Selene. De verdad, no se te ocurra escapar, porque te encontraré. Te encontraré más rápido de lo que piensas.
Sacó una hoja de su bolsillo perfectamente doblada y la