Que su madre supiera la verdad sobre su relación con Alejandro, no había sido un paso fácil. Pero sí bastante liberador.
Lloraron juntas durante horas hasta que sintió que un peso que había sostenido durante tantos años finalmente desaparecía.
Su madre no la juzgaba.
La sola idea, le hizo sacar en medio de las lágrimas, una enorme sonrisa.
En ese día, tenía una misión especial: su segunda cita de obstetricia.
Marcos se había ofrecido a llevarla —se negaba a que diera un viaje tan largo sola— y ya estaba en la entrada de la casa, con su Volkswagen abierto para recibirla.
—Cuida bien de mi niña, Marcos. Solo a ti te la confío —dijo su madre desde la entrada de la casa.
—Gracias por la confianza, señora Lucía —asintió Marcos con un ademán muy educado—. Le prometo que se la traeré en una sola pieza antes de la hora de almuerzo.
—Claro que sí, jovencito —lo señaló con un dedo acusador en modo de broma—. Los estaré esperando a los dos con la comida hecha.
Dicho esto, subió al auto y se aco