Cuando Alejandro llegó al departamento, lo primero que hizo fue desajustarse la corbata.
Sentía que algo le asfixiaba: la gente, las apariencias, Isabella con sus interrogatorios.
Pero aparte de eso, algo no estaba bien. Y se trataba de esa extraña necesidad que estaba desarrollando por Selene.
Ella no le contestó el teléfono.
Ella no respondió a sus mensajes.
Ella…
¿Por qué pensaba tanto en ella?
Caminó hasta su habitación y entonces miró su cama perfectamente hecha. Tenía una empleada doméstica que se encargaba de tenderla todas las mañanas. Pero justo ahora, no quería ver ese orden. Quería ver la cama desordenada, hundida por la silueta de Selene, preferiblemente desnuda para él.
Había tenido sexo con esa mujer tantas veces.
No había manera de saber el número total de veces que se habían acostado. Sin embargo, el solo hecho de pensar en su cuerpo desnudo lo hacía endurecerse casi igual que una piedra.
Pero había algo en su pequeño coño que no había podido encontrar en otro lugar.