—Mi mamá piensa que eres atractivo —comentó Greta, divertida, con una sonrisita escondida en los labios.
—Por supuesto que lo piensa —respondió Gino con descaro—. ¿Es que acaso no me has visto? —Él giró la cabeza y le guiñó un ojo antes de volver a mirar al frente.
Greta negó con la cabeza, conteniendo una carcajada.
—Eres insoportable.
—Di lo que sea necesario para resistirte a mi encanto, pero al final vas a pensar igual que yo.
Esta vez, Greta no pudo evitar reír. Era tan fácil pasarla bien con Gino. Siempre encontraba la manera de sacarle una sonrisa.
Se apoyó en la ventana, observando el paisaje que pasaba a toda velocidad. Un bostezo se le escapó sin que pudiera evitarlo. Aún tenía sueño. Gino había aparecido en la puerta de su departamento justo a la hora que le había prometido la noche anterior… demasiado temprano para ser fin de semana.
—Deberías descansar. Todavía nos queda una hora de viaje por delante.
Greta asintió y cerró los ojos. Pronto, sus pensamientos se volvieron d